La intimidad es política

Discurso de Pablo Corral Vega, Secretario de Cultura de Quito, con motivo de la inauguración de la muestra del mismo nombre en el Centro Cultural Metropolitano de Quito

Hay un tema en el cada uno de nosotros es experto, y que ninguna otra persona en el mundo conoce mejor: nuestra propia vida”. 

Nadie conoce mejor nuestros dolores, ansias, miedos. Nadie ha hurgado tan profundamente en las inseguridades, en el origen emocional de nuestras enfermedades. Nadie entiende el por qué de nuestros resentimientos y de nuestros deseos, nadie conoce mejor el detalle de nuestros amores y desamores, ni puede ver la marca que han dejado en nosotros las grandes y pequeñas violencias a las que estamos todos sometidos. Nadie conoce la profundidad del dolor que provocan en cada uno de nosotros nuestros muertos, nuestras ausencias y abandonos. 

Cuando un artista parte de su propia experiencia no tiene posibilidad de equivocarse. Los demás podemos decir esta obra no me gusta, no estoy de acuerdo, incluso sentirnos ofendidos por ella o no querer mirarla. Pero no le podemos decir al artista “lo que tu viviste no es válido, no importa, no deberías comunicarlo o interpretarlo de esa manera”. El o ella son expertos en su propia vida. Y su mensaje, cuando es auténtico, es transformador.

Esta es una exposición altamente personal, que comunica mensajes de dolor, rabia, frustración, pero también de esperanza. Podemos escuchar reclamos que han permanecido velados por generaciones. Y claro hay reclamos que van a herir susceptibilidades, pero que son infinitamente menos agresivos que la violencia a la que ha estado y está sometida la mujer.

Aquí podemos ver un amplio abanico de aproximaciones a las problemáticas de género. Debo decir que no estoy de acuerdo con aquellas obras que son más crudas o blasfemas, no porque me escandalicen sus contenidos, sino porque con su radicalidad alejan a las personas que más necesitan adoptar una agenda de lucha en contra de la violencia de género y la desigualdad. Yo creo en la libertad que tienen los artistas de expresarse, y la voy a defender, pero el uso de símbolos ofensivos en un muro patrimonial de la ciudad es un acto político que va a herir a muchas personas que profesan la fe cristiana, y quiero expresar mi molestia e incomodidad.

El Municipio de Quito no está y no puede estar de acuerdo en ofender a ninguna persona, en nombre del arte o de una causa noble como a la que todos nos mueve.

A pesar de mi desacuerdo, sigo pensando que es importante que nos escandalicemos, es importante que nos sintamos heridos, golpeados, no por el mensaje a veces dulce, a veces militante, a veces desgararrado de las y los artistas, sino por el maltrato y la injusticia, por la discriminación.

Cuando hablamos de intimidad nos referimos a esa ámbito precioso, personalísimo, que nadie en el mundo conoce mejor que nosotros. Es el territorio de la ternura, del deseo. Probablemente el mayor milagro de nuestra existencia ocurre cuando bajamos las barreras y permitimos que otro se acerque. Entonces la intimidad se transmuta en una intimidad compartida, se convierte en humanísimo diálogo.

Hay muchas formas de violencia de género, una de las más frecuentes es el abuso sexual y la violación. Si la reducimos a su ámbito físico, genital, empobrecemos su significado. El abuso sexual es ante todo una violación del consentimiento, un ataque brutal a la posibilidad de escoger, la destrucción violenta de la delicada barrera que protege nuestra ternura. El que se mete sin ser invitado en lo más precioso, en lo más íntimo nos deja marcados. Quien entra con desprecio, con los pies enlodados, con desidia al lugar más sagrado que guarda un ser humano le despoja de su dignidad.

Lo opuesto de la violencia sexual es el consentimiento. Y en esa maravillosa gama del consentimiento entra la alegría, el placer, el juego, la ternura, la locura, el abandono, el reconocimiento del otro, la celebración del otro, y también la celebración de nuestra propia complejidad. Deberíamos ser más vocales, defender como panteras el derecho que tiene cada uno de vivir su intimidad con alegría y abandono, en el delicioso y humano espacio del consentimiento. El placer debería ser un derecho humano. Hay demasiadas mujeres que no conocen el placer, demasiadas personas que son despojadas de su dignidad por sus preferencias sexuales. 

Cuando nos permitimos observar la dimensión política de la intimidad nos vemos forzados a ser defensores a ultranza de la ternura, del consentimiento. Nos volvemos militantes en contra de toda forma de abuso, discriminación, machismo. Escojan ustedes el término, nos hacemos todos humanistas… o feministas.

Yo considero que el género es uno de los temas sociales que debe ser abordado de manera transversal, y debe estar siempre presente en lo que hacemos. La Secretaría de Cultura ha instruído a todos los espacios culturales de la ciudad la necesidad de reflexionar de manera profunda y sistemática sobre el tema. Desde el Centro Cultural Metropolitano se ha hecho una apuesta valiente, que estuvo a cargo de Pilar Estrada, su directora, y de nuestra curadora invitada Rosa Martínez. Ya lo dije, no estoy de acuerdo con todas las decisiones que se tomaron. Pero pienso que es una muestra necesaria que nos va a obligar a reflexionar sobre aquello que no queremos ver.

Esta lucha en defensa de la diversidad, del respeto es personal, tiene que ser librada en primera persona, desde el mío mismo, desde la intimidad más preciosa. Todos, absolutamente todos estamos pagando ese crimen terrible que es la discriminación, el machismo y la violación del consentimiento.

¿Cuántas personas conocemos que han sufrido violencia de género? Cuantas amigas y amigos? No existe ni uno solo de nosotros que no haya sido víctima directa o indirecta.

Cuando visitaba el montaje de esta exposición hace un par de días, me vinieron a la mente mis mujeres tutelares, esas mujeres valientes y feministas que me marcaron. Cada uno de nosotros tiene mujeres tutelares, mujeres de poder. Como una oración, como un mantra, quiero agradecer a algunas de ellas,  que ya no están, y pedir que cada uno salude a sus mujeres tutelares es este recorrido arriesgado de lo íntimo a lo politico…

A esas mujeres poderosas que cada uno de nosotros conoció, gracias. Porque ellas como estas artistas contemporáneas se arriesgan a decir la verdad, su verdad, desde la ternura, desde la indignación, desde la esperanza.