No te deseo la felicidad
Por Pablo Corral Vega
No te deseo un feliz año ¿Como podría hacerlo? La felicidad es apenas un destello, un momento gozoso en medio de otros momentos humildes, y no por ello menos importantes.
La felicidad es un vaso de agua fresca en un día caluroso, la brisa en la piel, la luz de la tarde que todo lo besa con su miel. La felicidad es el encuentro inesperado con un viejo amigo, el agradecimiento, la ternura, las horas compartidas en la nada deliciosa de vivir.
Un momento de felicidad tras otro momento de felicidad tras otro momento de felicidad perdería su brillo.
En noches como esta decimos Inshallah. Ojalá. Sí Dios o el Universo nos lo conceden. Si el cosmos lo permite. A decir verdad tengo miedo de la desgracia traidora. Tengo miedo de que desearte la felicidad sea una arrogancia, una ingenuidad.
No te deseo la felicidad. No. Te deseo la vitalidad. Una vitalidad persistente, insistente, terca. Una vitalidad a pesar de todo. Te deseo la magia del alquimista, el conocimiento secreto que convierte incluso el dolor en belleza. Te deseo la creatividad, el poder lúdico de convertir la arcilla en respuesta, en desvarío.
Te deseo la conciencia. No la conciencia abstracta o filosófica, sino la conciencia de la presencia. La conciencia… de la presencia… de los que amamos.
Te deseo la ternura, una ternura orgullosa y convencida, una ternura que compromete tus huesos, tus entrañas. Una ternura que te permite vivir lo que el otro siente, con presencia y abandono.
Te deseo una rosa (o un roso ?) a quien le has dado el derecho de domesticarte. Toda persona tiene la obligación de vivir la deliciosa complicidad del amor, el peligro de perder el sentido para finalmente encontrarlo. Te deseo la proximidad, el alma que se arrima a otra alma hasta desplomarse en el misterio del otro.
Te deseo tiempo, mucho tiempo, tiempo que no has de vender al mejor postor. Tiempo para caminar, para respirar, para amar, para celebrar. Tiempo en soledad y tiempo compartido. Te deseo tiempo para escuchar los ritmos de la naturaleza y el canto de los pájaros, tiempo para el asombro.
Te deseo las estrellas, el misterio de perderse en su misterio. Por más sabios e inteligentes que seamos basta mirar el cielo en una noche estrellada para imaginar nuestra ignorancia.
La vida es corta y eso la hace preciosa. La vida es cruel, insensata, indiferente. Pero sobre todo corta. Te deseo la fragante algarabía de saberte vivo hoy, ahora, este instante, este momento que no volverá.
Del futuro los humanos nada sabemos. Apenas logramos balbucir inshallah, ojalá, si el universo nos lo permite.