El carnaval de Oruro

El Carnaval es una fiesta pagana y cristiana, religiosa y laica, provinciana y universal.  Y el Carnaval de Oruro, en Bolivia, es el mejor del mundo.  Porque, durante los carnavales, uno no sólo se divierte, bailando, jugando, cantando, disfrazándose, bebiendo y comiendo; también, y sobre todo, vive como si fuera una verdad la mentira de la felicidad.  La mentira de que todos somos iguales, libres, prósperos y dichosos porque la vida se ha hecho sólo para gozar.  Eso es el Carnaval, en Oruro: soñar despiertos y sentir, por unos días, que la vida se ha vuelto sueño y el sueño realidad.

Por más que las autoridades prohiben el juego con agua, y amenazan con multar y arrestar a quienes incumplan la prohibición, en los carnavales, jóvenes y viejos, en las calles y en las casas, se lanzan globos y ‘cascarones’ rellenos de agua y se empapan con mangueras, baldes y ollas hasta que la ciudad entera queda hecha una sopa.  Los que gozan más son, por supuesto, los niños.  Y también los jóvenes, porque, jugando con agua, surgen muchos romances, noviazgos y hasta matrimonios.

Pero lo más importante de los Carnavales no es el agua, sino la música.  La que acompaña las misas y las procesiones, que es música grave y triste, y la de los bailes, que es muy alegre.  Hay bailes en las casas particulares y en los clubes, en las asociaciones de vecinos y en los sindicatos, en las  plazas y en las calles.  Todo Oruro es un salón de baile, durante los carnavales.  El baile dura la noche entera y, al amanecer, todavía hay gente bailando.

Y, después de los bailes, lo mejor son los desfiles.  Pasan las reinas con sus pajes y sus damas de honor, y pasan los carros alegóricos: hadas, dragones, santos, monstruos y ángeles.  Pero, los que se llevan siempre los mayores aplausos y los premios son los bailarines que desfilan con esas enormes y bellísimas máscaras de diablos, llenas de cuernos, resortes, víboras y espejos.  Por eso los llaman La Diablada.

Es bonito vivir en el sueño, aunque sea unas pocas horas al día, unos pocos días al año.  Da fuerzas para resistir la dura vida de trabajo y sacrificios, las penalidades, la rutina y las decepciones de que suelen estar hechos los días.  Es bueno saber que, cuando pasen las semanas y los meses, volverán los carnavales y el mundo se pondrá al revés, mejor dicho al derecho, y el pobre será rico, el vasallo será rey,  el viejo joven y la fea bonita.